“La Federación de Fútbol de Estados Unidos recomienda que los niños menores de diez años que practican este deporte no rematen de cabeza, ya que corren riesgo de sufrir daños neuronales. A esa edad, el cerebro está en pleno desarrollo, por lo que es más vulnerable que el de los deportistas adultos. Estos tampoco se escapan del peligro. Según los especialistas, cabecear un balón reiteradamente puede llegar a provocar lesiones cerebrales tan importantes como las ocasionadas por un accidente de tráfico.
Desde la década de 1990, numerosos estudios han confirmado esta relación. Se han descrito daños en las regiones que regulan funciones claves como la memoria, la atención y la visión. Hay que tener en cuenta que un futbolista profesional puede golpear el balón con la cabeza entre 1.500 y 1.800 veces por temporada a una velocidad de 80 km/h.”
Desde luego, hacer que los niños empiecen a jugar a fútbol en categoría queribín es solo una cuestión de ego de las familias y una cuestión económica de los clubes y fedeaciones, que lo permiten. Hipotecar el futuro intelectual y el desarrollo psicomotor de los niños parece que va más allá del simple juego.
Muy Interesante, nº 418, marzo de 2016